-Ana, cariño, ¿ya te has duchado?
-Claro, mamá.
-Vale, la cena estará en quince minutos.
-OK.
Al rato aparecí en la terraza, había arroz amarillo con pollo y algunas verduras. De postre pastel de chocolate.
***
Yo me iba a quedar en mi ciudad, como todos los años, con mis amigos. Sin ninguna variedad. Era ya de noche y yo estaba conectado al ordenador. De repente, veo que se conecta mi mejor amigo, Diego. Me contó que al día siguiente iba a ir a una de las playas de las afueras, donde están las mansiones, y me invitó a ir con él. Acepté. Preparé todo y me fui a la cama. Tenía sueño, había estado todo el día por ahí y ya eran las once y media.
***
-Mamá, ¿mañana qué vamos a hacer?-preguntó Javi, mi hermano de ocho años.
-No sé, lo que vosotros queráis.
-Yo quisiera ir a la playa.-propuse yo.
Después, nos fuimos todos a la cama, tras un rato más de televisión en familia.
Al día siguiente, desayunamos y nos pusimos los bañadores. El mío era un bikini color verde pistacho y liso. Nos aseamos y nos fuimos a la playa en la furgoneta de mamá.
Al llegar colocamos las sombrillas y las toallas y, tras ponernos la crema yo me llevé a Hugo, el pequeño de mi familia, al mar. Él con los manguitos de Pocoyó, claro. Yo llevaba mis gafas anchas de Dior que ocultaban mis ojos color azul claro, y mi pelo rubio tirando un poco a castaño ondeaba al viento aún seco. Corriendo vino Javier y empezó a salpicarme.
-¡Eh, idiota! Molesta a María, que está ya mojada.
-Je, je, buena idea-dijo alejándose de mí hacia una zona más profunda, donde estaba mi hermana mayor.
Poco después salí, dejando a Hugo con mi madre, y me apliqué algo de aceite. Después me acosté en mi toalla azul celeste a tomar el sol.